Yo había visto dentro del ojo de Dios, había oído su voz y todavía estaba con vida.
Si, es verdad, había visto a Dios, pero esta visión no me había devuelto ni la fe ni la confianza. Dios existe, es verdad, y es inmensamente más grande que el dios de Israel. Es demasiado grande para ver y comprender nuestras terrenales necesidades. Grano de polvo somos nosotros en su ojo y nada más, grano de polvo fugazmente brillante en el errante rayo de sol del tiempo, que no existe para él en su eterno ahora.
Y esos que nosotros llamamos sus hijos y profetas son nuestra propia creación para ser aclamados o crucificados por nosotros, para ser ensalzados o humillados, mientras el eterno Dios creador es y sólo es.
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