Teatro
Mi Comentario
Una obra teatral que remueve
emociones y las nutre con una serie de escenas intensas de amor, desengaño e
integridad humana.
Su mérito principal es la perfecta nitidez con las que surgen
las sensaciones de los personajes.
Algo de romántica, rosa quizás,
pero con mucho cuerpo y sensibilidad.
Es de un tono cándido, tal vez
inocente. Quizás propio de otra época más tímida; hoy esos mismos temas se
muestran con aristas más oscuras, más psicológicas.
Tiene una primera parte con
toques circenses que me costó seguir. Quizás porque me estaba adaptando al
formato teatral, quizás porque tenía apagada la sensibilidad para la fantasía.
Pero después toma cuerpo y se hace una película clara y vívida. Me llegué a
sentir en primera fila y después ya parte pasiva de la escena, pero no por eso
menos involucrado.
Muy bien escrita (advertible aún
por los neófitos del teatro como yo); se nota un gran talento en el autor que
logra en situaciones y diálogos un riquísimo contenido humano.
Muy buena.
Párrafos
A los que van por la derecha, les tiran piedras de la izquierda; a los que van por la izquierda, les tiran piedras los de la derecha. A los que se quedan en el medio les tiran de los dos lados.
Tal como va el mundo los que no somos imbéciles necesitamos estar un poco locos.
Con respecto a las plagas, se refiere a las que envió Jehová a la tierra de Egipto, para convencer al Faraón para que dejara salir al pueblo cautivo de Israel. Las mencionadas plagas eran: la de la sangre, la de las ranas, la de los piojos, la de las moscas, de los mosquitos, la plaga del ganado, la de las úlceras, la del granizo, la de las langostas, la de las tinieblas, y por último, la anunciada muerte de los primogénitos.
No te reconozco. Oyendote hablar el primer día parecías un domador de milagros, con una magia nueva en las manos. No había una sola cosa fea que tú no pudieras embellecer; ni una triste realidad que tú no fueras capaz de burlar con un juego de inmaginación. Por eso te seguí a ojos cerrados. Y ahora llega a tu puerta esta verdad, que ni siquiera tiene la disculpa de la grandeza...¡y ahí estás frente a ella, atado de pies y manos!